Entrevista a Macha salida en un diario lokal.
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“El rock de Lima decía las cosas que pasaban en el Perú”
Mañana, en Arequipa, la banda Aeropajitas presentará su nuevo CD, Lima enfermedad. Acerca de este reciente lanzamiento, que muestra a una de las bandas emblemáticas del rock subterráneo noventero plena de vitalidad, conversamos con Julio 'Macha’ Silva, su cantante.
Autor: José Gabriel Chueca
"Soy de Tingo María. Ahí, a los 11 años, conocí el rock. Era el 86, en Lima ya había explotado el rock subterráneo y los chicos de quinto de media venían de vacaciones y grababan Leusemia, Voz Propia. En la selva, lo que se vivía era la chicha dura, como la llaman ahora: Chacalón, Pintura Roja... Yo tiré para el rock", cuenta.
¿Por qué el rock y no la chicha, que era alegre y fiestera?
El rock, por lo desfachatado que era. Era la posibilidad no de hacer bailar a la gente sino de hacerla reaccionar. La chicha era fiestera, pero existe el ingrediente de que esa zona de la selva siempre ha sido violenta: una fiesta de Chacalón, en ese momento, tenía a los cachacos, los rayas, los narcos, las putas. A altas horas de la noche, todos bien sazonados, los tonos chicha acababan en balacera.
¿Por eso se fue?
Había cosas bien fuertes. La represión venía de todos lados. Hay una imagen que siempre recuerdo: estábamos en la Plaza de Armas, a las 6 de la tarde, saliendo del colegio, hueveando frente a la municipalidad. Paró un carro, se bajó un tipo, nos dijo ¡váyanse de aquí! No, ¿por qué nos vamos a ir? El tipo se arrodilló, sacó de su mochila una bazuca –la vimos y salimos corriendo– y se la 'metió’ a la municipalidad.
¡Qué bravo!
O, si no, uno estaba por ahí y aparecía alguien supuestamente del partido y decía que la juventud estaba podrida y que iban a eliminar a los fumones. La temática de la chicha frente a todo eso se quedaba sin piso.
Pero no el rock.
El rock en Lima estaba diciendo las cosas que estaban pasando. Los grupos tenían esos nombres: Guerrilla Urbana, Eutanasia, Exilio...
¿Cómo le fue aquí?
Me mandaron a estudiar. Y aquí era como allá, pero había más que ver. Llegué a la casa de una tía, pasé por pensiones en Breña, Magdalena, Lince y Pueblo Libre. Entré a la de Lima, pero no calzaba. Me botaron. Me fui a San Marcos, pero a los tres años también me salí. Es que el rock and roll era lo que más quería hacer. Era lo único que lograba concluir.
¿Con quién se conectó?
Llegué a Lima y empecé a ir a los conciertos. Conocí a los Eutanasia, que tenían una casa en Lince: El Hueco. Ahí se reunían todos los vagos. Era como un albergue juvenil donde se podía tocar y jatear. Yo me puse a hacer canciones. De ahí salieron varias bandas: Ráfaga, Exilio, KRFG, que significaba Kontra los Reaccionarios Fascistas y Genocidas. ¿Cómo no se podía uno enamorar de algo así?
El rock no da para ganarse la vida, ¿no?
Hacer rock no era una posibilidad. Por eso, a fines del 99, salí del Perú –hasta los que tenían carrera estaban jodidos–. Estuve cuatro años en Los Ángeles, donde hice el posgrado del rock and roll. Entendí todo. Entendí que, primero, el rock no se estudia; se escucha, se mira, se siente... Estaba en el lugar correcto para hacer conciertos. Vi tocar a los Sex Pistols, en un festival con como 40 mil 'panqueques’, y me di cuenta de que era real que, aunque no esté de moda, el rock existe y representa.
¿Tocaron allá?
Sí. Logramos reunirnos allá y tocar en Boston un par de veces y en Nueva York. Una vez, en un festival, nos tocó salir después de Cocktail Molotov, de Nueva York, que había sonado perfecto. Nosotros nos mirábamos las caras. Pero, con ese estímulo, salimos con fuerza. Lo nuestro era diferente en estilo, sonido, onda... Fue el examen. Al final se nos acercó un tipo a decirnos que nunca había visto latinos y gringos 'poguear’ juntos.
¿Y no se quedó allá?
No. Me di cuenta de que vivir allá era imposible. Mi vida iba a ser trabajar todo el día y dormir, y nada más. Nada de tocar. Regresé y lo primero que hice fue armar Aeropajitas de nuevo. Entonces comencé a cocinar el sonido del nuevo CD: Lima enfermedad.
Elocuente título.
Queríamos decir cosas de Lima. No sé, ser bien locales. Un poco que nos ha ligado.
Me decía que su hijo escucha su música.
Tengo un hijo de cinco años y, sí, la escucha. Su mamá es rocker también y le pone mis discos. Creo que la música me acerca a él. Hace poco le regalé un disco nuevo y lo llevó al colegio y se vaciló con sus amigos. Ya le compré su cajón, por si le gusta la música.
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